Minimalista, limpio, funcional y estético: así es el diseño escandinavo, desde la arquitectura hasta la electrónica, caracterizado por sus líneas sencillas, su luminosidad y su orden, particularmente en el diseño de interiores, muebles y textiles.
Podemos hablar de diseño escandinavo cuando en él se elimina lo innecesario, y prevalecen los elementos esenciales, utilizando colores neutros y monocromáticos, así como materiales orgánicos y elementos naturales como madera, algodón y plantas.
A través de la historia, el arte se ha visto influenciado por el panorama social y político; de hecho, las expresiones artísticas suelen girar en torno a las opiniones y experiencias de sus creadores. Incluso en la actualidad, los diseñadores suelen inspirarse en la historia, por lo que saber lo que ha sucedido antes les ayuda a transmitir mejor el significado y/o propósito de su trabajo, así como a establecer conexiones más profundas con su entorno.
Para entender de mejor manera el diseño escandinavo, es necesario dar un vistazo a los estilos y movimientos que dominaban la escena artística durante los primeros años del siglo XX, cuando surgieron las primeras influencias e ideas que, desde entonces, han evolucionado hasta convertirse en lo que hoy conocemos como diseño escandinavo.
El modernismo, un movimiento cultural que se inició a finales del siglo XIX, representó el rompimiento con el realismo, que hasta entonces dominaba el mundo del arte, y que se caracterizó por el deseo de producir trabajos artísticos que parecieran reales, lo cual daba como resultado obras conservadoras, rígidas y precisas. Entonces, el modernismo fue un escape de esa rigidez, dando pie a una multitud de movimientos estéticos y culturales.
Inspirados por las teorías sociales de Ruskin, poco después de 1880, William Morris y el Movimiento de Artes y Oficios, expresaron su disgusto por los diseños de la Revolución Industrial, hechos a máquina, uniformes y monótonos, y revitalizaron los métodos tradicionales de fabricación, defendiendo la naturaleza en el arte, la creatividad humana, el romanticismo y la tradición popular en las artesanías.
Con esas bases, algunos años después a principios del siglo XX, surge el movimiento de diseño escandinavo en una forma muy parecida a la que conocemos actualmente; sin embargo, florecería hasta la década de 1930 en los países nórdicos, cuando basados en conceptos de funcionalismo, constructivismo y un toque de surrealismo, diseñadores como los finlandeses Alvar Aalto y Maija Isola, el danés Arne Jacobsen y el sueco Josef Frank, comenzaron su producción artística, dando lugar a la que se considera como la edad de oro del diseño escandinavo.
Sin embargo, este movimiento no alcanzó el reconocimiento internacional sino hasta la década de 1950, cuando los destacados diseñadores escandinavos lograron obtener el premio Lunning que, de hecho, posteriormente sería reconocido como el Nóbel del diseño nórdico.
Desde sus orígenes, el diseño escandinavo ha sido objeto de extenuantes debates en la academia, el arte y la mercadotecnia, en los que la preservación del diseño democrático, central en sus orígenes, así como la retórica que rodea al diseño escandinavo en torno a las tendencias internacionales contemporáneas, son una constante.
Lo que no está en discusión es la relevancia de este estilo de diseño, que busca mejorar el estilo y calidad de vida, estableciendo armonía con el medio ambiente y creando cosas perdurables, en contacto con la naturaleza, sin trabas y sin exceso de consumismo.
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